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¿A quién pertenecen los recuerdos?

Hace unas semanas leí una columna de José Luis Sastre donde se cuestiona la pertenencia de los recuerdos que tenemos. Me resultó muy curioso porque expone una situación que, casi seguro, nos ha pasado a todos.

Desde que los smartphones coparan el mercado de la tecnología -y nuestra vida al completo, ya de paso- nuestra capacidad para recordar malos y buenos momentos se ha ido devaluando. Cada mirada que echamos a nuestro alrededor parece que esté compuesta de algoritmos arbitrarios a la espera de que nosotros ordenemos las ideas en nuestra cabeza.

Nada más lejos de la realidad, pues la lógica de nuestros recuerdos se informatiza mediante algoritmos. ¿Alguna vez tu móvil te ha recordado tus propios recuerdos? Me la juego a que así es. Resulta chocante la pregunta anterior porque nos guía hacia otra más sustancial: ¿A quién pertenecen los recuerdos? ¿A ti, a tu móvil, a los algoritmos…?

El planteamiento es tan redundante como absurdamente lógico, como los algoritmos.  El problema se presenta cuando somos nosotros, las personas, quienes perdemos el control de aquello que es íntimamente nuestro, como los recuerdos.

En realidad, a lo que me refiero es que esta es la contrapartida. Nuestros recuerdos son nuestros; y seguirán siéndolo, pero no los manejamos nosotros a pesar de que tengamos la sensación de que los tenemos bajo control.

Este precio a pagar por usar la última tecnología en nuestros smartphones deja en manos ajenas que recordemos nuestro último viaje, una comida de domingo con la familia, una boda… Al final llevamos nuestra vida -y la casa- a cuestas en apenas seis pulgadas. Recuerdo hace unos años una noticia en la que Facebook tuvo que disculparse con un padre cuya hija había fallecido hacía unos meses, y esta red social recordó a este señor a través de un resumen del año de Facebook unas fotografías de ella. Es evidente que este padre no quería, ni tenía por qué, recordar en ese instante a su hija. Pero sus recuerdos, sentimientos y emociones ya no eran suyos, sino de la tecnología. Y probablemente hoy, continúe siendo así.

Al final, a través de nuestros recuerdos controlan nuestros sentimientos. ¿A quién pertenecen entonces nuestros recuerdos?

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