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El futuro de la energía pasa por la digitalización

España tiene un problema con las energías renovables. El futuro de la energía pasa por la digitalización y nuestro mercado energético es tan volátil y polifacético como (im)previsible. En los últimos días hemos sobrevivido a una de las olas de calor más extremas de las últimas décadas en España y seguimos sin interiorizar la relación de estos acontecimientos meteorológicos con el cambio climático a largo plazo.

Sin embargo, aquí en nuestro país la energía solar fotovoltaica y la energía eólica son las fuentes que mayor potencial tienen, dada nuestra situación geográfica, para sustituir a las energías contaminantes de las que a día de hoy nos abastecemos. A este hecho, debemos sumar la crisis energética sin precedentes que asola a gran parte de los países europeos dependientes del gas fuera de las fronteras del viejo continente.

Asimismo, estos acontecimientos posibilitan la inclusión definitiva y paulatina de las energías renovables como primera fuente de abastecimiento. España es uno de los países europeos con más horas de luz solar al año y ello supone que esta energía limpia sea nuestra primera opción para eliminar poco a poco el empleo de hidrocarburos, como el gas natural, aunque este sea el menos dañino para el medio ambiente de todos los que empleamos. Además, en algunos puntos del país rozamos casi las 3.000 horas de insolación al año.

Uno de los problemas a los que nos enfrentamos es que ahora la energía limpia que producimos se destina casi exclusivamente para satisfacer las demandas eléctricas colectivas. Es decir, el ciudadano apenas tiene la información y los recursos necesarios para implementar en las viviendas particulares sistemas de abastecimiento de fuentes no contaminantes como la fotovoltaica, por ejemplo, aunque si bien es cierto que cada vez se están otorgando más subvenciones para ello.

No obstante, las limitaciones a las que se enfrentan las energías limpias pasan por la escasez de incentivos a los hogares para el autoconsumo, además de una falta de compromiso y consenso político que por desgracia permiten que hoy en día se mire a un futuro más negro y menos verde, aunque se estén sumando esfuerzos con la delimitación de tiempos clave para frenar el cambio climático como la Agenda 2030 o el año 2050.

Es comprensible que la más que inestable situación política que vive Europa aúne todos los medios disponibles para combatir la probable escasez de gas que se avecina en el continente europeo en los próximos meses, a pesar de que el gasoducto Nord Stream 1 haya sido reabierto solo a un 30% de su capacidad después de casi dos semanas inoperativo.

Sin embargo, cuando la tormenta económica se haya estabilizado, sería un buen momento para invertir en políticas verdes que permitan establecer un nicho de fuentes sostenibles a largo plazo y empezar a actuar cuanto antes. Pero para que podamos cumplir los objetivos que impone la Agenda 2030, las directrices europeas contemplan que dentro de diez años el 74% de la electricidad generada tendrá que provenir de fuentes renovables y para 2050 tendrá que ser prácticamente del 100%. Esto se traduce en que debemos crear ya un sistema sostenible con vistas a un futuro lejano, pero con una hoja de ruta clara y concisa que nos permita atajar desde ya la emergencia climática.

DIGITALIZACIÓN COMO SOLUCIÓN

La tecnología en este aspecto será nuestro mejor aliado puesto que nos proporcionará nuevas fórmulas que nos permitirán crear un equilibrio respetuoso e inquebrantable entre la Tierra y sus habitantes.

Como comentaba al comienzo de este artículo, el futuro de la energía pasa por la digitalización de la producción y consumo de la misma. Digitalizar el sector energético traerá consigo una serie de ventajas asociadas a las que es conveniente prestar atención como puede ser la resolución de problemas en materia de seguridad de una manera más rápida y eficaz o la inclinación de las empresas para invertir en este tipo de fuentes limpias.

La transición energética y tecnológica favorece que se tomen mejores decisiones dadas las ventajas que nos proporciona la digitalización sobre la sostenibilidad del sistema en todos los sectores. Este hecho hará también que seamos más eficientes para satisfacer las necesidades energéticas de la población.

Igualmente, la automatización es otro de los potenciales beneficios que conlleva digitalizar este sector y, por tanto, el contacto entre productor y consumidor será más rápido y efectivo, asegurando así una comunicación más directa, segura, sana y rentable.

Sin embargo, es necesario un cambio de mentalidad en la sociedad. La población necesita cierto equilibrio y una idiosincrasia sensata para confiar en un sistema totalmente digitalizado y novedoso. La ciberseguridad y la privacidad de la información confidencial de los particulares y empresas – y del sistema en general – es todo un reto para las corporaciones que inviertan en energías limpias puesto que necesitarán un salvoconducto regulador que asegure el legítimo funcionamiento de los procedimientos.

Parece más que nunca que avanzamos hacia una digitalización estatal sin precedentes. De ser así, será necesario un cambio profundo, reparador y disruptivo del Estado de Bienestar que nos permita evolucionar en armonía siendo más verdes, más sostenibles y más seguros.

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