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El síndrome de los moncloístas

Ya está. La moción de censura de esta semana ya es historia de España, como las anteriores. Tras dos días de intensos debates y reproches, todavía quedan muchas cosas por hacer y aclarar…

Después de dos largas jornadas repletas de reproches, demagogias e hipocresía, por fin quedó claro el pie del cual cojea la izquierda más patética, alarmista y mentirosa que ha conocido España.

La única descripción coherente y legítima que se expuso con fuerza en el Congreso durante la moción fue la valentía y saber estar del señor Tamames cuando acusó al Gobierno de Sánchez de asaltar todas las instituciones públicas de España, acusándoles, y con razón, de ser culpables, Sánchez y los suyos, del síndrome de la Moncloa.

Tamames no se cortó ni un pelo, como cabía esperar, cuando reprochó a la Cámara lo injusto que es para los ciudadanos la sarta de mentiras y malos modales, además de la escasa educación política y moral que expresaron la mayoría de los presentes en el hemiciclo cuando enfrentaron sus posiciones.

De todas maneras, y a pesar de que la moción de censura fracasó, dejó al descubierto la deficiente entereza de la coalición de la que presumen desde el Gobierno. Pero no sólo eso. También se puso de manifiesto que este Gobierno no tiene ni pajolera idea de lo que está haciendo. Cuando acabe su legislatura tendremos, en consecuencia, un país sumido en la miseria amparado por una inflación que ahogará todavía más a las familias vulnerables.

Esta moción sirvió para perpetuar la evidencia de que nos gobiernan políticos ineptos. Un Gobierno roto y corrupto repleto de ansias de poder cuya aspiración máxima es mantenerse en el trono de hierro, pase lo que pase y a cualquier precio.

El problema es que tienen tantas ansias de seguir gobernando y de mantenerse en el poder a toda costa que, al final, las cosas no les están saliendo cómo esperaban.  Se quejan por ello, y cuando no, acusan a la oposición de sus propios fallos.

Quieren gobernar, pero cuando las cosas salen mal escabullen el bulto, cuando son precisamente ellos quienes son los absolutos responsables de lo que ocurre.

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