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Pim, pam, pum y se acabó

Me too. Yo también. El movimiento mundial que despertó la ira -razonable- contra Harvey Weinstein y contra aquellos acusados de abuso sexual por decenas de celebridades del mundo del cine y la interpretación se ha cobrado una víctima inocente cuya carrera ha sido destrozada por la indecencia y escasa moralidad de cuatro desarrapados -aunque en un principio recibió acusaciones de una treintena de personas de dudoso acervo moral-. Me refiero al archiconocido actor Kevin Spacey, que ha visto como su carrera se desmoronaba en apenas unos días y sus contratos se evaporaban a la par que compañeros, amigos y la propia sociedad le daba la espalda.

Spacey ha sido absuelto por un tribunal de Londres tras doce horas de deliberación. Finalmente ha sido declarado inocente. Sí, inocente. Muchos se preguntarán ¿y ahora qué? El ganador de dos Óscar, en 1996 y en 2000, se ha quedado con una mano delante y la otra detrás. Las falsas acusaciones le han repercutido negativamente a nivel personal y profesional, pues fue expulsado en su día de producciones ya firmadas con Netflix o de su papel protagonista en la serie House of Cards.

Con todo esto quiero llegar a una cuestión que me inquieta e intranquiliza y no es más que la diferencia en el tratamiento social que se le otorga a una persona acusada de un supuesto delito dependiendo de su género. A Kevin Spacey se le humilló y ultrajó en público sin ningún remordimiento como si fuera un trapo inservible antes de escuchar el veredicto que, en el día de ayer, 26 de julio, fue positivo para el actor tras declararle inocente de todos los cargos de los que se le acusaba un tribunal londinense.

El tratamiento no es el mismo para un hombre que para una mujer cuando son investigados por supuestamente cometer delitos de gran calado, como por ejemplo aquellos de carácter sexual. El juicio social paralelo, alimentado por los medios de comunicación, perjudica de manera exponencialmente peligrosa a los hombres. Es decir, se da por hecho que es normal que un hombre cometa ciertos delitos repudiables por la sociedad, antes que los cometa una mujer. ¿No deberíamos tener todos -hombres y mujeres- la misma condición? Cierto es que los juicios paralelos no son buenos para nadie, pero dado que la sociedad se empeña en catalogar a una persona desde que se la investiga, ¿por qué nos empeñamos en que un acusado hombre es aparentemente más culpable o tiene más probabilidades de serlo que una mujer?

Me da la sensación de que la sociedad juzga este tipo de acusaciones desde una perspectiva de género equivocada y dañina para ella misma. Ahora mismo, los hombres, de antemano, deben ser culpables para no desestabilizar el equilibrio feminista impuesto que exculpa a las mujeres casi de cualquier delito únicamente por su género y condición.

Como sociedad debemos caminar con pies de plomo porque luego pasa lo que pasa y creo que ninguna mujer ni hombre quiere acabar como el actor hollywoodiense. Así que cuidado, porque en un instante pim, pam, pum, y se acabó todo.

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