¿Podremos digitalizar los sentidos?
Hace un tiempo, en una conferencia, Bill Gates dijo: “dentro de 15 años se habrá instalado totalmente el nuevo internet, irá por vía satélite y WiFi…. Llegará a todas partes del mundo, y podrá convertir el agua en vino”. En ese momento, los asistentes presentes en la sala quedaron pasmados por aquellas palabras y se miraban asombrados pensando en el futuro que les esperaba. Ese futuro cada día está más presente en nuestra vida diaria. Después de leer aquella declaración, pensé ¿podremos llegar a degustar, oler o sostener ese vino digital sin movernos de nuestra casa?
Cada vez más, los ciudadanos de a pie nos estamos acostumbrando a las nuevas tecnologías. Objetos que, tiempo atrás, no nos podríamos haber imaginado que formarían parte de lo cotidiano, ahora son indispensables para nosotros. Como, por ejemplo, los smartphones, que se han convertido en una extensión de nuestro cuerpo. Pero también los relojes o los electrodomésticos inteligentes, los robots de cocina o de limpieza.
Es increíble cómo hemos normalizado que un robot se pasee por nuestra casa o que nos haga la comida todos los días.
Y tampoco nos resulta extraño controlar dispositivos con nuestra voz, como las luces o las persianas de casa, dar una orden al teléfono y llamar a un familiar o cambiar una canción sin ni siquiera tocar el móvil.
Internet ha sido la palanca en esta acelerada transformación digital que estamos viviendo. En la educación, en la sanidad, en el teletrabajo o en la digitalización de una empresa. Nuestro país, al igual que otros muchos, ha experimentado un avance tecnológico sin precedente. Y es que, actualmente, estamos entrando en un nuevo concepto de la tecnología, pasando de un modelo centrado en los dispositivos a otro que, cuyo objetivo no es sustituir la labor de los humanos, sino aumentarla.
El conocido, “Internet de las cosas”, al que muchos aún estamos tratando que acostumbrarnos, avanza hacia una mayor interconexión digital en los objetos más cotidianos. Y esto abre paso al” internet de los sentidos”, sustentado en la Inteligencia Artificial, en la realidad aumentada y en la virtual. Ya no solo es posible ver o escuchar un determinado artículo, ahora también se puede oler, probar e, incluso, tocar.
Estamos rodeados de tecnología, no solo en el trabajo, sino también en la calle o en lugares que consideramos nuestra zona de confort, como son nuestros hogares. Lo cual me hace pensar ¿es necesario digitalizar todo? Nos hemos habituado a ahorrar tiempo en nuestras actividades diarias a través de la tecnología. Ya no llamamos por teléfono a un amigo para preguntarle qué tal le ha ido el día; ahora simplificamos ese acto en un mensaje de WhatsApp. Es cierto que los avances tecnológicos ayudan a, por ejemplo, hacer una videollamada a un ser querido que vive lejos. Pero del mismo modo nos aleja de las personas que tenemos más cerca ya que hablamos con ellos mediante un mensaje de texto.
Pero cuando creíamos que ya no se podía digitalizar nada más, viene la tecnología y nos sorprende superando barreras inimaginables. ¿Qué pasaría se también pudiéramos degustar, oler o palpar texturas desde la distancia? Si esto llegara a pasar, nuestra manera de relacionarnos y de comunicarnos cambiaría por completo, más aún si cabe. La posibilidad de que esto suceda no está tan lejos de lo que nos podemos llegar a imaginar. Estamos de camino hacia un Internet multisensorial que permita transmitir cualquier mensaje, a nuestros cinco sentidos, a través de la red.
La revolución digital en la que nos encontramos sumergidos, se centra en la búsqueda de la unión entre lo humano y lo digital.
Y en ello las empresas están al día pues, para triunfar en sus negocios, no solo intentan ofrecer el mejor producto del mercado sino también “una experiencia única”, digitalizando los sentidos. Expertos como Íñigo Sarría, coordinador del Grado en Ingeniería Informática de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), están convencidos de que con tecnologías dotadas de sensores que recreen experiencias, será mucho más difícil diferenciar la realidad de la ficción.
Puede parecer una locura ¿En serio voy a poder saber qué textura tiene una chaqueta sin tenerla frente a mí? ¿Voy a poder conocer el sabor de un alimento sin tenerle en mis manos? Este hecho me recuerda a una escena que llamó bastante mi atención de la famosa película Charlie en la fábrica de chocolate. Los cuatro niños, afortunados con el billete dorado, visitan las instalaciones y llegan a una sala en la cual les explican cómo pueden teletransportar una tableta de chocolate desde el exterior hasta la televisión.
Los pequeños se quedan atónitos viendo cómo ese suceso se hace realidad. Pero más sorprendidos se quedan aún cuando Willy Wonka anima a uno de ellos a introducir la mano en el televisor para agarrar la chocolatina. El tímido Charlie mete con cuidado su mano en la televisión, saca la tableta, la prueba y asegura que “¡Es absolutamente fantástico!”.
Acto seguido el señor Wonka añade:
“Cuando empiece a utilizar esto a lo largo del país… Estaréis en vuestra casa mirando la televisión y de pronto aparecerá un anuncio en la pantalla y una voz dirá, «¡comed las chocolatinas de Wonka! ¡Son las mejores del mundo! ¡Si no lo creéis, probad una ahora mismo…!» ¡Y lo único que tendréis que hacer es alargar la mano y cogerla! ¿Qué os parece, eh?”.
Tacto, el gusto y el olfato en conexiones online
Parece ser que aquella película de fantasía va a dejar la ficción a un lado y se va a acercar poco a poco a nuestro presente. Expertos tecnológicos aseguran que, en menos de diez años, nuestra forma de consumir Internet cambiará de manera radical. Prevén que el tacto, el gusto y el olfato se integren entre las conexiones online que ya han abierto paso otros sentidos como la vista y el odio. Y es que un grupo de investigadores de Malasia han desarrollado un dispositivo capaz de enviar una carga eléctrica al cerebro a través de la nariz, y que este produzca, al usuario, la sensación de percibir un aroma.
Imagina estar tranquilamente sentado en el sofá de tu casa y estar oliendo en el salón el aroma del ambientador que están anunciando en la televisión. O por ejemplo el famoso dispositivo japonés capaz de recrear cualquier sabor sin comida, con el que podremos saber a distancia a qué sabe un alimento.
- El metaverso
Es cierto que con la realidad virtual ya es posible ver y escuchar. Pero ¿qué ocurre con el gusto, el tacto y el olfato? Pues bien, el metaverso, esa palabra tan sonada actualmente, avanza hacia la conquista de los cinco sentidos. Puede que sea una de las tecnologías que, hasta el momento, hacen “mucho ruido y pocas nueces”. Su prometida evolución está en boca de todos pues, desde que Mark Zuckerberg cambió el nombre de Facebook por Meta, el empresario abrió una puerta a los próximos escenarios que habrá en Internet. El metaverso promete una mayor integración de los cinco sentidos, llegando incluso a plantear la posibilidad de generar una sensación de un beso, sentir el sabor de un café mientras lo tomas virtualmente, fumarse un cigarrillo o cepillarse los dientes.
El objetivo es permitir que, dentro del metaverso, los avatares puedan replicar cualquier tipo de comportamiento que el usuario pueda hacer fuera de él. Va más allá de todo lo que nos podíamos llegar a imaginar, ya que replica sensaciones virtuales en cuerpos reales. Sin duda es una explosión para muchas cabezas ¿Cómo es posible lograr aquello?
Alcanzar ese realismo en un mundo inexistente es cuanto menos asustadizo. Llegar a sentir una emoción, una caricia, un sabor o un olor sin estar presente en ese entorno, sino en tu propia casa, parece prácticamente imposible.
Percibir la sensación del peso de un objeto intangible o la fuerza de una pelota permite convertir el metaverso en un mundo real, con mayores sentimientos de presencia e inmersión. Por ejemplo, el equipo de Reality Labs Research ha desarrollado unos guantes capaces de simular el tacto, con los que los usuarios pueden tocar una superficie rugosa y sentir una textura.
Con todas estas novedades, en pocos años tendremos que pellizcarnos para saber si algo es real o no. Estaremos aún más conectados a internet y nuestro cerebro funcionará como una interfaz que controlará nuestros sentidos ofreciéndonos experiencias inmersivas. Puede que muchos avances tecnológicos tengan una adaptabilidad a nuestra vida diaria y consiga mejorarla.
Pero estos inventos me hacen cuestionarme si de verdad es necesario digitalizar los sentidos o si realmente va a suponer una utilidad para los consumidores. Volamos hacia una inmersión absoluta de lo digital, donde cada vez será más difícil diferenciar la realidad de la ficción ¿De verdad necesitamos llegar a un punto en el que nuestro cerebro cumpla con funciones de un ordenador? ¿Estamos perdiendo nuestro lado más humano?