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Y haré lo que prometí que jamás haría

Seguimos igual. Es que seguimos igual. De verdad que no se me ocurre otra cosa que pensar que ya nos están vacilando de una manera demasiado descarada para ser cierto. Es bochornoso. Las exigencias que ponen los separatistas para dar su apoyo a Sánchez para que pueda ser investido presidente son humillantes.

Ya no se trata sólo de la ya archiconocida amnistía, que ya me da grima hasta la propia palabra, sino todo lo que conlleva. Para empezar, debemos recordar la profesionalidad absoluta y ejemplar que tuvo el juez Marchena durante todo el proceso durante el que se juzgó la rebelión y sedición de los independentistas. También es necesario destacar que, si se viola la Constitución por culpa de esa amnistía, España estaría reconociendo el poco respeto que tiene a los juristas de este país, puesto que la separación de poderes se rompería sumiéndonos en una crisis institucional y constitucional sin precedentes.

De todas maneras, si finalmente se aplica una ley de amnistía en España no sólo estaríamos hablando de ultrajar nuestra Constitución, también estaríamos pendientes de devolver dinero público de todos los españoles a los independentistas porque se les ha encaprichado que les perdonemos la deuda.

Algunos ultras de Sánchez catalogan estos pactos entre Gobierno en funciones y separatistas como algo necesario para continuar con un gobierno progresista. Pero, ¿progresista? ¿Por qué se empeñan en justificar el progreso con la sumisión ante delitos flagrantes como los que han cometido Puigdemont y sus aliados?

No sólo piden la amnistía. También la autodeterminación. Lo quieren todo, y gratis. Se ve que, gracias a este Gobierno, delinquir sale tirado de precio -o casi- en este país gracias a leyes como la del Sí es Sí o el empeño en promulgar dicha amnistía. De momento, y digo sólo de momento, los sanchistas han rechazado un referéndum (legal) a pesar de que aprueba la amnistía. Veremos cuánto tarda la izquierda en limpiar los zapatos de quién más le convenga para mantenerse en el poder.

Si en un país decente como es España cedemos ante el caos absoluto sustentado por el falso progresismo que defienden algunos inconscientes, ¿qué nos espera? En los últimos tiempos han jugado con fuego manipulando a los ciudadanos y disfrazando de necesario un cambio en nuestra Constitución. Pero el problema es que la gente ha perdido el sentido crítico y no es capaz de ver ni entender los entresijos de un partido podrido desde la raíz.

Está claro que los separatistas y colegas de coalición no van a dejar caer a Sánchez y hacen todo, absolutamente todo para destruir España con tal de que no gobierne el contrario.

Estamos dando una imagen lamentable al resto de mundo. ¿Qué confianza genera España en el exterior si no es capaz de mantener la decencia política de su propio Gobierno?

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