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Ineptos no renovables

Somos ineptos no renovables. Nuestro infausto empleo de combustibles fósiles plantea a la sociedad un cambio de paradigma, de visión y actuación acerca del cambio climático al que actualmente nos enfrentamos con consecuencias durísimas. Somos los culpables de enfermar nuestro medio ambiente y, a la vez y como no podía ser de otra forma, los que tenemos las capacidades para curarlo y evitar que perezca.

Lo sostenible está de moda, pero es una moda necesaria y, esperemos, no perecedera. A medida que pasan los años estamos más atentos a las señales que nos envía nuestro entorno cuando necesita protección frente a la contaminación pero, sin embargo, continuamos sin entender al completo la hoja de ruta a seguir para evitarlo.

Asimismo, como sociedad, hemos hecho un trabajo notable en sostenibilidad en el marco de la Agenda 2030. Hemos delimitado las pautas a seguir, pero se asemeja más a un croquis en sucio que a un planteamiento serio, estudiado, elaborado y determinado en base a las exigencias que esta misma agenda propone para atenuar y revertir los contaminantes que expulsamos a la atmósfera.

No obstante, durante los últimos años hemos puesto el foco en los combustibles fósiles como principales contribuyentes al cambio climático dado el impacto que producen los gases de efecto invernadero. Estos hidrocarburos son el petróleo, el carbón o el gas natural, en menor medida.

Los yacimientos donde se hallan este tipo de combustibles están “bajo mínimos”. No son energías renovables de las que podamos disponer ilimitadamente y bajo demanda. Por tanto, el futuro discurre por impulsar el uso de las energías renovables, que además son limpias puesto que no contaminan el medio ambiente mientras se consumen.

Por otro lado, existe cierta controversia acerca de qué se debe considerar energía limpia. La nuclear, por ejemplo, se encuentra en un limbo. Por una parte, la energía atómica se considera una manera limpia y “respetuosa” de proceder con el medio ambiente. Sin embargo, el principal problema de esta energía navega por la peligrosidad de los residuos nucleares que arrastra el uso de esta fuente.

Nos encontramos ante una situación en la que la Europa, y el resto del mundo, se están planteando nuevas alternativas sostenibles que encajen en los objetivos de la Agenda 2030 y la reducción completa de la emisión de gases contaminantes para mediados de siglo, en 2050.

A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional para establecer fuentes de energía viables, aquí en nuestro país se rechaza la inclusión de la nuclear como energía limpia y verde dentro del marco de actuación de los veintisiete para atenuar el cambio climático.

Por una parte, países como Francia o Alemania son los estados europeos con mayor “cultura” nuclear. En el país vecino, el 70% de la energía francesa es atómica, mientras que en Alemania no llegan al 20%. Por otro lado, es el momento de preguntarnos si a pesar del momento histórico en el que se encuentran Europa y el resto del mundo, y la incertidumbre que provoca el conflicto ruso-ucraniano, deberíamos plantearnos, al menos, el estudio de la viabilidad de la energía nuclear en nuestro país pues superamos por pocos puntos a la alemana que, recordad, no llega al 20%. ¿Deberíamos permitir entonces desarrollar e invertir en energía nuclear a pesar de su peligrosidad solo porque no contamina nuestro planeta? ¿Consideráis que el beneficio es superior al riesgo? ¿O al revés?

Efectivamente, a pesar de las ventajas de la energía atómica, las principales preocupaciones al respecto se basan en la gestión de residuos nucleares y el riesgo de accidente en las centrales. Esta fuente atómica no produce gases de efecto invernadero, pero como comentaba anteriormente, su producción conlleva un riesgo asociado bastante elevado si no se toman las debidas precauciones.

Todo ello, por supuesto, si tener en cuenta la situación geopolítica en la que se encuentra la sociedad internacional y especialmente Europa a causa de la inestabilidad político-económica que, aunque a estas alturas estamos sufriendo ya algunas las consecuencias, dentro de unos meses, parece serán mucho peores. La incertidumbre en estos momentos paraliza la emergencia climática.

No podemos vivir sin energía. Dependemos de ella tanto como del oxígeno para respirar. Las emisiones a escala mundial han aumentado alrededor de un 50% desde principios del siglo pasado y, por desgracia, esta tendencia continua al alza. La emergencia climática a la que nos enfrentamos nos obliga a plantearnos si la necesidad imperante de energía justifica la producción de energía atómica a pesar de que no produce gases de efecto invernadero. ¿El fin justifica los medios?

Lo que está claro es que la única solución realista, y por la que podemos empezar todos los ciudadanos desde casa, pasa por educar a nuestros hijos hoy para que no paguen nuestras consecuencias mañana para dejar de ser ineptos no renovables.

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