¿Qué mundo nos espera con Internet de las Cosas?
¿Te imaginas un mundo en el que el móvil te despierte en función del tráfico que hay cada día, que el armario te indique cómo vestirte según la temperatura, que el frigorífico haga el pedido de yogures al supermercado cuando está a punto de acabarse, que el cepillo de dientes pida hora al dentista si detecta que tienes una caries o necesitas una limpieza bucal, que el coche te conduzca hasta el trabajo sin que tengas que tocar el volante, que las señales de tráfico de velocidad varíen en función de la climatología y el estado de la carretera, que las vallas publicitarias y mupis ofrezcan un anuncio u otro según las personas que están cerca…? ¿Te imaginas? No es Matrix. Ni Alicia en el país de las maravillas. Aunque estas escenas parecen de ciencia ficción, ahora son realidad. Estamos en un mundo global y conectado, donde no sólo las personas estamos conectadas, sino también las cosas. Y cada vez más. De hecho, esto no ha hecho más que empezar. Estoy hablando de la Internet de las Cosas, también conocida como Internet de los Objetos o en inglés, Internet of Things (IoT). ¿Tienes claro en qué consiste, qué aplicaciones reales tiene ya hoy y qué previsiones se manejan para un futuro cercano?
Si te interesa conocer las ventajas, soluciones y aplicaciones que nos aportará Internet de las Cosas, estás en el artículo correcto. Pero antes de nada, te propongo que eches un vistazo a este video de dos minutos donde se explica muy claramente qué es Internet de las Cosas.
Como habrás visto en el video, estamos hablando de objetos físicos que tienen capacidad sensorial, capacidad de actuación y que están conectados a Internet. O lo que es lo mismo, una red de objetos de nuestra vida cotidiana que están interconectados y se comunican. Suena futurista, pero en realidad no es un término nuevo, el concepto de Internet de las cosas fue introducido por el ingeniero Bill Joy en 1999 y lo acuñó por primera el británico Kevin Ashton en un artículo publicado en el RFID Journal el 12 de julio de 2009. Se habla de su explosión este año por los avances que hemos conseguido últimamente en la tecnología, la conexión a Internet, el descenso de precios, la apertura del hardware libre y la famosa “nube”, el Cloud Computing, que ha supuesto una verdadera revolución. Todo esto hace posible acciones que antes sólo nos imaginábamos o veíamos en películas.
Internet de las Cosas se basa concretamente en sensores, en redes avanzadas de comunicaciones y en la aplicación de la inteligencia -“smart”- a sistemas y objetos para realizar procesos analíticos basados en el Big Data y convertir los datos recogidos en información útil. Y como decía, ya lo estamos haciendo, ya se están poniendo en marcha nuevos sistemas y mecanismos que buscan facilitar la vida a las personas y mejorar nuestro ecosistema. La nube y el análisis de datos, sumados al uso masivo de las redes sociales y la rápida penetración de los dispositivos móviles, ha originado el fenómeno SMAC: Social, Mobile, Analytics, Cloud. Ahora sí, tenemos la capacidad de progresar en las Intelligent Things o cosas inteligentes.
Tanto Universidades como grandes corporaciones de la talla de Cisco, Ericcson, IBM o IDC están investigando y desarrollando objetos en torno al IoT y haciendo estimaciones del impacto de Internet de las Cosas en la Sociedad y en la Economía. Los últimos informes apuntan a que habrá 50.000 millones de objetos conectados a Internet en el año 2020, que las cifras de negocio que este impacto va a tener por la creación de nuevos servicios y negocios oscilan entre los 3.300 y los 10.600 millones de euros en 2020 y que entre hoy y hasta el año 2022, en el sector privado se va a producir una creación de valor de 5 Billones de euros.
¿Cómo llegaremos ahí? Iremos viendo cómo las industrias tradicionales y el sector de las Tecnologías de la Información y la Comunicación se integran en nuevos sistemas ciberfísicos. Al popular Smartphone o teléfono inteligente, se le van sumando las Smart Farm, Smart Home, Smart Building, Smart City, Smart Car, y así un sinfín de elementos que generan ya nuevas oportunidades de negocio. Porque los campos de aplicación del Internet de las Cosas son muchos y muy variados: el medio ambiente, la agricultura, la energía, la industria, la seguridad, los transportes, la sanidad y el consumo, por ejemplo.
Dentro del campo del Medio Ambiente, existen ya dispositivos que evalúan en tiempo real la calidad del aire y transmiten esos datos, lo que podría usarse para evitar la contaminación urbana. Siguiendo en las ciudades, el IoT podría ajustar y optimizar el rendimiento de los camiones de recogida de residuos si los contenedores alertan cuando están llenos. En la selva amazónica de Brasil ya están operativos unos pequeños dispositivos que se ubican en zonas forestales protegidas y son capaces de alertar a las autoridades si detectan la tala ilegal de árboles. Australia cuenta con una red de sensores ubicados a lo largo de la Gran Barrera de Coral que recopila datos biológicos, físicos y químicos para los investigadores que exploran el impacto de las condiciones oceánicas y el cambio climático en los ecosistemas marinos y los envían a través de tecnologías inalámbricas, incluyendo microondas, satélite y redes móviles 3G.
La Agricultura es otro universo donde el Internet de las Cosas puede facilitar mucho el trabajo. Sistemas de riego inteligente que recogen datos sobre la composición del suelo y otros factores ambientales que optimizan la gestión del agua, con aplicaciones tanto en granjas y viñedos como en campos de golf. También se pueden controlar muchos factores de los depósitos de granos, como el inventario y la temperatura, recibir alertas si la temperatura sube fuera de un rango establecido, o manejar las rampas, cintas transportadoras y motores a través de dispositivos móviles, apagar las operaciones si se detecta un problema, etc. Al evitar que se entre en los silos, estos dispositivos mitigan riesgos como la exposición al polvo de grano o quedar atrapado. También es posible el control remoto de poblaciones de insectos para proteger los cultivos, detectando incluso el número de diferentes tipos de insectos por trampas y transmitirlo de forma inalámbrica junto con sus coordenadas GPS, lo que permite reducir al mínimo el uso de insecticidas. Incluso los tractores pueden ahora proporcionar un ahorro de tiempo y combustible con equipos de siembra controlados por GPS y moviendo más rápido o lento el heno para empacarlo según la humedad que detecta en el mismo.
¿Y qué decir de las aplicaciones en el sector energético? Ya tenemos desde contadores inteligentes que hacen posible modificar el consumo de energía de acuerdo a los precios, hasta aerogeneradores que optimizan la producción de energía y mantienen las turbinas en funcionamiento incluso en condiciones de viento variable, con lo que se reduce el coste de la energía eólica, pasando por aparatos electrodomésticos que utilizan las tarifas de electricidad en tiempo real para programar automáticamente las tareas que consumen mucha energía durante las horas de poca actividad, cuando la electricidad es más barata y más abundante, o termostatos con sensores de actividad que detectan si alguien está en el hogar y factores meteorológicos, recopilan datos para conocer la rutina diaria de los usuarios y sus preferencias de temperatura, y luego los combinan con datos meteorológicos al aire libre y ajusta la calefacción y la refrigeración de la casa basado en la hora del día y si está ocupada.
Si hablamos de seguridad, ya se han plagado de sensores algunas infraestructuras como puentes, que miden la vibración, presión, humedad y temperatura para detectar cambios estructurales y cuyo sistema puede enviar alertas automatizadas por correo electrónico y mensajes de texto si se advierte una amenaza. Seguimos avanzando en la prevención de daños ante terremotos o tsunamis con sensores que detectan el grado de movimiento y la velocidad de las ondas sísmicas que viajan a través de los edificios y determinan su estabilidad estructural. Todo esto es Internet de las Cosas. También los vehículos están cada vez más conectados, no sólo en beneficio del entretenimiento, sino para ofrecernos mayor seguridad, como avisar a los servicios de emergencia ante un choque e incluso utilizar los datos recogidos de velocidad, trayectoria y posible vuelco para predecir el tipo y gravedad de las lesiones de los ocupantes. También se ha descubierto la posibilidad de utilizar Google Glass para compartir información crítica en casos de emergencia: los bomberos pueden revisar un edificio en llamas, los agentes de policía pueden ver en tiempo real un video de vigilancia cuando se responde a un tiroteo, y técnicos de emergencias médicas pueden revisar los registros médicos electrónicos de los pacientes.
En el área del transporte, el Internet de las Cosas está presente tanto en carreteras, como en aparcamientos y en los propios coches. En carreteras hay sensores que miden variables como temperatura, humedad y volumen de tráfico, lo que facilita priorizar acciones de mantenimiento y alertar a los conductores de peligros potenciales a través de la señalización vial o las señales de tráfico. Los sensores de aparcamiento inalámbricos aportan información en tiempo real sobre la ocupación, que puede trasladarse a los coches o a aplicaciones móviles e informar cuánto cuesta cada parking con sólo seleccionarlo sobre un mapa en Internet. En cuanto a los coches, se están ampliando cada día las aplicaciones del smartcar. Además de la seguridad que comenté ya antes, tenemos coches que conducen solos, localización vía GPS, conexión entre el Smartphone y el ordenador de a bordo, o la capacidad de supervisión por parte de los padres de la actividad de hijos con alertas del vehículo si sobrepasan una zona geográfica o superan un límite de velocidad establecido.
El Internet de las Cosas ofrece también nuevas soluciones para la prevención, la detección y el diagnóstico de aspectos relacionados con la salud. Hay dispositivos que se colocan en la ropa para controlar los signos vitales, con aplicaciones potenciales para pacientes de bajo riesgo en el hogar y atletas que incluye además un GPS para poder localizarlos en caso de una emergencia. O sensores que controlan el peso, la masa corporal, los ciclos de sueño, etc. Se identifica antes cualquier problema y se comienza antes el tratamiento, con lo que se reduce el coste de la atención sanitaria y mejora los pronósticos. Hay aplicaciones móviles que muestran los latidos cardiacos de bebés y su temperatura y permite verles en directo, sistemas que supervisan que todo va bien en personas que viven solas, por ejemplo colocando sensores en cajas de medicamentos o en la nevera y que alertan a la familia a través de redes móviles ante un cambio de rutina. Pensando en las personas mayores, existen también envases de medicamentos que recuerdan a los usuarios cuándo deben tomarlos, con una escala de recordatorias que incluyen luces intermitentes, recordatorios de audio, mensajes SMS y llamadas telefónicas. El frasco de pastillas detecta también cuando se abre y cierra, y puede transmitir la información a médicos o familiares.
¿Y qué hay del sector consumo? Mientras que muchos de los productos que conforman Internet de las cosas tendrán un impacto sobre los principales retos de la sociedad, también hay otros destinados a mejorar la calidad de vida, abordando cuestiones de la comodidad del consumidor. En este grupo de aplicaciones encontramos los sistemas de jardinería inteligente quese encienden y se apagan de forma remota a través de Internet, controlan el pH, la temperatura del agua, del aire, la luz y la humedad, avisa a los usuarios cuando tienen que tomar una determinada acción y sugieren cómo solucionar un problema.
Las posibilidades son infinitas. Y creo sin ninguna duda que justo en este momento nos hallamos en el umbral de una nueva era y que el planeta se convertirá en un sistema nervioso mundial. Ni siquiera podremos seguramente imaginar ahora aplicaciones del Internet de las Cosas que tendremos en un futuro. También supongo que hay personas reticentes, que teman problemas y riesgos relacionados con la piratería y la privacidad. A ellos les diría que aunque los hombres tenemos una resistencia natural a la gestión del cambio, el avance tecnológico es imparable, que la mejora de las condiciones puede conllevar ciertos peligros, pero que si surgen, los iremos resolviendo como hacemos siempre.
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