Los peligros de la Inteligencia Artificial
Cuando hablamos de digitalización y entorno digital, no cabe más que hablar de la Inteligencia Artificial y lo que supone en nuestros días.
La Inteligencia Artificial (IA) es, quizá, uno de los mayores retos para la humanidad. Se trata de la combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten las mismas capacidades que el ser humano. Una tecnología que, aunque parezca misteriosa, forma parte y está en nuestros días.
Sin duda, para hablar del gran mundo de la digitalización podríamos comenzar reflexionando con la siguiente frase: “La tecnología no tiene ética, pero la humanidad depende de ella”, Rebeca Yanke.
¿Por qué esta cita? Pues bien, es cierto que cada vez dejamos más en las manos de la digitalización nuestro futuro, en este caso en manos de la Inteligencia Artificial y nos olvidamos que detrás de ello solo hay números, algoritmos, procesos, automatización o robots, pero en ningún caso un humano.
Así lo afirmaba también el futurista alemán Gerd Leonhard, autor del libro ‘La tecnología contra la humanidad, el choque entre el hombre y la máquina’ cuando decía: “Hoy es el momento en que construimos nuestro futuro y este hoy es el mayor reto al que se ha enfrentado el género humano hasta el momento, la posibilidad de una especie de superhombre que se convierte en Dios no tiene precedentes”.
La Inteligencia Artificial, como cualquier herramienta digital, tiene su lado bueno y su lado malo. Dentro de la parte positiva, podemos entender que estas tecnologías han comenzado a mejorar muchas vidas, a simplificar las compras, a mejorar la experiencia de consumidores e incluso han ayudado a que la sociedad reciba una mejora de atención en la salud.
Además, desde que comenzó el milenio, vivimos en la que entendemos como era digital o sociedad de la información y comunicación. En esta nueva realidad social, la inteligencia artificial nos permite procesar rápidamente grandes cantidades de datos. Estos cálculos ayudan, entre otros, a conocer las tendencias de los mercados, la opinión pública y los cambios atmosféricos.
Por otro lado, la robótica ha marcado avances en medicina, telecomunicaciones o domótica. Estos cambios nos han permitido mejorar tanto nuestra vida como la de los demás. A diario confirmamos que la IA nos permite realizar trabajos de manera automática y, en muchos casos, es superior a la inteligencia humana. Es más rápida y efectiva, nos permite trabajar y solucionar grandes problemas y nos ayuda a la mejora en los servicios.
Pero bien es cierto que, en el lado opuesto, por ejemplo, según un informe de la OCDE, el 14% de los trabajaos del mundo podría estar afectados por la irrupción de la IA. Un porcentaje mayor en España que se sitúa en un 22%. Y ya no solo eso, si vamos más allá tenemos que tener en cuenta que estamos creando una máquina que puede resolver un problema o hacer un gran cálculo pero que es incapaz de, en una situación crucial, imitar una expresión facial o un mínimo de emociones. Algo que diferencia a los humanos en el proceso de toma de decisiones.
Por otra parte, todo lo que puede hacer un robot es objetivo. Aprenden una serie de comportamientos y los repiten. Por esta razón, Meredith Broussard, autora del libro ‘Estupidez artificial’ menciona que a veces imaginamos que hay un pequeño cerebro humano dentro del ordenador, pero realmente solo hay programación y matemáticas y, por ello, no es tan complicado poder engañarlos.
El investigador Max Tegmark alertaba sobre los riesgos que traen estos avances e invitaba a la sociedad a usar estas tecnologías para generar cambios positivos. Varios científicos relataban ambos bandos de la IA y explicaban que, por un lado, se podrían erradicar las guerras, enfermedades y la pobreza y, por otra, la IA se podría usar para crear máquinas asesinas y autónomas que puedan elegir sus propios objetivos o que pueden hacer que incremente el desempleo.
Por otra parte, en digitales citaban que hace un tiempo salió a la luz un video de Barack Obama insultando a Donald Trump que se volvió viral en Estados Unidos. Sin embargo, era totalmente falso. La Inteligencia Artificial puede hacer que se produzcan miles de fake news y no solo eso, sino que se difundan de manera rápida por las redes.
Esto se realizó como una aplicación que utiliza un software de aprendizaje automático para escanear las caras de las personas en un vídeo y suplantarlas.
Si juntamos todo lo que la Inteligencia Artificial puede suponer en nuestros días podríamos imaginarnos casi un robot gigante que tuviese mucho más poder que los propios humanos que lo han creado.
Por los riesgos que puede suponer, un grupo de científicos y expertos entre los que se encuentra Stephen Hawking, Elon Musk y Verno Vinge, presentó “Research Priorities for Robust and Beneficial Artificial Intelligence; an Open Letter” (Carta Abierta: Prioridades de Investigación para una Inteligencia Artificial fuerte y Beneficiosa). En el escrito explicaban que temían que en algún momento la IA pudiese tomar vida propia y superar la que ha figurado el hombre.
De este modo, las personas que están cada día al cargo de estos dispositivos perderían todo el control que tienen sobre las máquinas y estas podrían actuar, incluso, en contra de sus creadores. Por tanto, en la carta destacaban la importancia de que las personas que trabajan en estas herramientas, tomen medidas de seguridad ante una rebelión robótica en caso de problemas.
¿Somos verdaderamente conscientes de lo que expertos en este ámbito intentan explicar? Nos podríamos preguntar que cómo puede ser posible que un robot se vuelva en contra de su propio creador, ¿verdad? Sería el razonamiento más sensato. Pues bien, el problema que existe es que las máquinas y sistemas de inteligencia artificial carecen de dos cosas fundamentales con las que el ser humano cuenta: sentimientos y ética. Por ello, no son capaces de diferenciar entre el bien y el mal. El comportamiento de los robots depende de la programación y no de la racionalidad.
Hace años se realizó un experimento sobre el que resulta curioso reflexionar. Al presentarle a un robot el dilema ético de tener que salvar a dos personas al mismo tiempo, la máquina se veía sobrepasada. En 14 de los 33 intentos, el robot se vio ante la posibilidad de solo salvar a uno y fue incapaz de tomar una decisión puesto que la IA no es capaz de actuar mediante la lógica, como he mencionado anteriormente. Los resultados del experimento terminaban mostrando que existen numerosos riesgos en la automatización de funciones de los robots.
No son solo los expertos quienes opinan sobre los peligros que puede suponer la Inteligencia Artificial. La ONU este año expresaba que: “No podemos seguir reaccionando tardíamente a los efectos de la IA, ni permitir que se use de manera ilimitada, sin fronteras ni supervisión, para enfrentarnos luego a sus casi inevitables consecuencias sobre los derechos humanos”.
¿Entendemos el riesgo que puede suponer la IA si no tenemos el control total? Pese a los estudios e informes que se hace sobre la importancia de una correcta gestión de los robots, cada vez son más las empresas que apuestan por ellos para agilizar el trabajo y ahorrar en costes. Es el caso de la compañía de comida rápida, Glovo, que hace unas semanas anunciaba la intención que tiene de optar por la automatización en los pedidos.
La intención de la compañía al utilizar la IA es poder repartir con robots autónomos creados junto con Google y prevé que estarán en las calles de Madrid en 2022.
El director del área de los envíos ultrarrápidos de la compañía, Ander Castillo, explicaba en un documento que están estudiando cómo la automatización puede reducir los costes de personal y optimizar la ejecución de las tareas.
Con todos estos ejemplos citados debemos plantearnos a dónde estamos llegando y dónde deberían estar los límites de la Inteligencia Artificial. Asimismo, nos podríamos hacer preguntas como: ¿Puede realmente una máquina sustituir las tareas de un humano? ¿Llegará un momento en el que los robots tengan mayor decisión y sean más autónomos? ¿Habrá más robots que personas en los negocios? Infinitas son las incógnitas que surgen en el tema más hablado de todos los tiempos.
Lo que es evidente es que el trabajo de un humano siempre estará por encima al del robot puesto que hay muchas funciones que no serán nunca capaces de desarrollar y que van implícitas en el ADN como las expresiones, empatía o el pensamiento a la hora de tomar decisiones.
Debemos aprender a convivir con estas máquinas y a adaptarnos a la Inteligencia Artificial pero siempre con cautela y sabiendo los riesgos que pueden suponer. No debemos olvidar que, como he mencionado, también han aportado cosas positivas en nuestros días y numerosos avances que, sin estas herramientas, no habríamos llegado tan rápidamente a ellos.
Lo más importante para seguir avanzando en IA es saber gestionar los riesgos tecnológicos. Para ello, es fundamental que exista la concienciación de los propios tecnólogos, como ocurría con esa Carta Abierta que he citado. Se necesitarían mas instituciones como el Institute fot Ethics and Emerging Technologies, que es una entidad que vela por el desarrollo ético de las tecnologías, la Inteligencia Artificial entre ellas.
Todo esto podría venir acompañado de la necesidad de una “Ciencia de lo artificial” de la que ya muchos hablan, más allá de la que propuso Herbert Simon en su día. Se deben investigar las limitaciones éticas del diseño de sistemas inteligentes. Y entender que si ya estamos rodeados de una “sociedad de agentes artificiales” tendríamos que pensar en la forma de regular de manera ética las relaciones sociales entre sistemas inteligentes y seres humanos.
En definitiva, hay que tener en cuenta que las máquinas y la Inteligencia Artificial han llegado a nuestras vidas para facilitar el trabajo, pero nunca deben convertirse en sustitutas del mismo ni siquiera de nosotros mismos. Nunca deben estar por encima del ser humano porque si no, como anunciaba Stephen Hawking, nos extinguiremos.
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