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¿Por qué somos tan vulnerables durante un apagón como el que sufrió España?

Se ha cumplido más de un mes desde que España y parte de Europa sufrieran un apagón sin precedentes. Uno de los más graves e inauditos de la historia contemporánea. El día 28 de abril de 2025 sobre el mediodía, millones de hogares se quedaron sin electricidad por una sobrecarga a gran escala que afectó durante unas horas a la cotidianeidad de los europeos.

Aquí en España, el apagón nos pilló por sorpresa. Los que estábamos trabajando pensábamos que sería algo momentáneo. En mi empresa tenemos generadores de emergencia que hacen que apenas notemos los efectos de este tipo de contratiempos, y así fue.

Me resulta asombrosa la forma en la que interpretamos lo que estaba ocurriendo. La primera reacción fue calmada: “bueno, no pasa nada, ya volverá la luz”; la segunda un poco más estupefacta: “seguimos sin internet” y las siguientes, desmesuradas: “¿has hablado con fulanito/a ver cómo está? ¡Pues bien! Cómo va a estar si no ha “pasado” nada vital (excepto personas que necesiten apoyo eléctrico para recibir tratamientos, claro está).

En la calle las sensaciones eran estupor y nerviosismo porque no teníamos acceso a Internet ni llamadas y los frigoríficos se empezaban a calentar. Está claro que cuando ocurre un evento histórico de tal magnitud es normal que todos nos pongamos nerviosos, pero mi sensación fue que magnificamos este nerviosismo por culpa de la incertidumbre. Para el Ser Humano la incertidumbre es el mayor escollo para pensar de manera racional. La mente se nubla y no funciona como ha de funcionar.

He de decir que a nivel colectivo y social el apagón fue un hecho muy grave del que tenemos derecho los ciudadanos de conocer el origen y sus consecuencias reales. Sin embargo, creo que a nivel personal e individual (con circunstancias “normales”) destacamos por nuestra fragilidad.

Creo que se nos está yendo de las manos y no medimos cuándo una emergencia necesita todos los medios para atajarla y cuándo simplemente debemos esperar y actuar sólo cuando sea necesario. Por ejemplo, salieron muchas personas en televisión y hablando a través de la radio, diciendo que les han tenido que dejar dinero para poder comprar un bocadillo caliente; otros, que no tienen luz en casa y nos les funciona la vitrocerámica, ni el horno ni el microondas, y otros presumiendo de que en su casa tenían gas ciudad. Me llama especialmente la atención lo frágiles que nos hacemos y que nos hacen ser. ¿Cuántas veces hemos cenado un bocadillo fuera de casa por la pereza de cocinar? ¿Cuántas veces hemos comido algo frío porque hemos querido? ¿Y cuántas nos hemos quedado sin cobertura mientras pasábamos un túnel? Y no entramos en pánico porque no nos sentíamos vulnerables.

Es increíble que esta vulnerabilidad nos paralice. Es inviable que reaccionemos igual ante un apagón grave, pero sin consecuencias colectivas, que como si nos hubiera caído una bomba nuclear y hubiera un riesgo real para nuestras vidas.

El impacto emocional del apagón

De todas maneras, aquello que más anhelamos fue la conexión instantánea, esa que sólo a podemos tener gracias al Internet de los móviles. La sensación de estar vacío sin poder recibir ni hacer llamadas ni lo mismo con los mensajes de texto desencadenó crisis de estrés y ansiedad por no poder seguir con la rutina y no poder hacer uso de nuestros smartphones. La sensación de incomunicación en los tiempos que corren no entra en nuestras cabezas acostumbradas a satisfacer una necesidad inmediata de comunicación instantánea.

Ese aislamiento provocó que el 62% de las personas tuvieran miedo durante el apagón y esto hizo que las compras caóticas tomaran los supermercados. La sensación fue similar a la vivida durante los primeros días de confinamiento donde los supermercados garantizaban el abastecimiento, pero las personas arramplaban con todo lo que vieran y se nos metió entre ceja y ceja el papel higiénico. Esta vez, durante el apagón corrió peor suerte el agua, que desapareció de las estanterías.

Para mí, la reacción social fue desmesurada, pero es normal que por humanidad queramos ayudar en momentos difíciles a quien lo está pasando mal, pero ¿fue el apagón un momento grave de extrema necesidad?

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